14 multimillonarios de México concentran 8% de la riqueza del país: Oxfam

La fortuna total de los 14 ultrarricos mexicanos, aquellos con más de mil millones de dólares de riqueza, entre los que destaca Carlos Slim, aumentó hasta casi duplicarse desde el inicio de la pandemia, con lo que ya concentran 8.1 de cada 100 pesos de la riqueza privada del País, revela un informe de Oxfam México.

Solamente la riqueza conjunta de Slim y Germán Larrea creció 70 por ciento durante los últimos cuatro años, hasta representar casi 6 de cada 100 pesos de la riqueza privada en México al cierre de noviembre pasado, de acuerdo con el reporte «El monopolio de la desigualdad«, publicado hoy.

Esta cifra es equivalente a la riqueza de la mitad de la población más pobre de América Latina y el Caribe, unas 334 millones de personas.

En particular, Slim es hoy el hombre más rico de la región, con una fortuna mayor que los otros 13 ultrarricos mexicanos juntos. Él acumula 4.48 de cada 100 pesos, lo que no sólo lo hace la persona más rica de México y de toda Latinoamérica, sino que hace que concentre casi tanta riqueza como la mitad más pobre de la población mexicana, alrededor de 63.8 millones de personas, resalta en el documento.

Oxfam México es parte de la confederación internacional Oxfam, que está conformada por 21 afiliadas que trabajan con organizaciones socias para combatir la desigualdad.

Oxfam México afirma que esta excesiva concentración del poder económico guarda una estrecha relación con el poder político: los ultrarricos en México lo son, sobre todo, por décadas de gobiernos que han renunciado a regular su acumulación de poder e influencia.

Explica que 11 de los 14 ultrarricos mexicanos se han beneficiado y se siguen beneficiando de múltiples privatizacionesconcesiones y permisos que les ha otorgado el Gobierno mexicano en las últimas décadas, lo que ha representado la transferencia masiva de riqueza de lo público a una pequeña proporción de personas en lo privado.

«La alta concentración del poder de mercado de las grandes empresas, una de las principales fuentes del poder económico, ha sido como ‘gasolina para el fuego’ de las desigualdades», lamenta.

Describe que las grandes empresas con poder monopólico tienen la capacidad de fijar los precios en los principales sectores de la economía nacional, en detrimento de los bolsillos del resto de la población.

Esto les ha permitido aprovecharse de los choques económicos tras las crisis globales recientes para subir más que proporcionalmente los precios de los productos en los sectores que controlan, se lee en el documento.

Estos son los 14 ultrarricos de México

– Carlos Slim, dueño de Telmex
– Germán Larrea, dueño de Grupo México
 Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca
– Alejandro Baillères, presidente de Grupo Bal
– María Asunción Aramburuzabala, dueña de Abilia
– Antonio del Valle Ruiz, presidente de Grupo Kaluz
– Rufino Vigil, dueño de Industrias CH
– Carlos Hank Rhon, propietario de Grupo Hermes
– Juan Domingo Beckman, propietario mayoritario de José Cuervo
– Fernando Chico Pardo, presidente de Grupo Aeroportuario del Sureste (ASUR)
– Roberto Hernández Ramírez, exdirector de Citibanamex
– David Peñaloza Alanís, dueño de Pinfra
– Alfredo Harp Helú, accionista de empresas como Grupo Posadas

Desigualdad permitida

Oxfam México sostiene durante las últimas décadas, el relato de la extrema concentración de la riqueza en el País ha girado en torno a dos mitos: la meritocracia y la derrama económica.

«Nos han dicho que los ultrarricos en México lo son por mérito, porque han trabajado lo suficiente y se merecen tales fortunas. Que, frente a un Estado flojo, débil y corrupto, parece mejor alternativa que se otorguen ventajas fiscales, legales y administrativas a los grandes empresarios para que las ganancias lleguen en forma de derrama, empleos e inversión que beneficiarán al resto de la población. Nada más lejos de la realidad», asegura.

Ante ello, Oxfam México considera que es momento de romper la relación de conveniencia entre el poder económico y el poder político en el País.

«Necesitamos nuevas reglas del juego que reconozcan que la economía es política. Estas reglas deben revitalizar el rol del Estado mexicano para echar atrás y regular los monopolios, poner impuestos a grandes corporaciones y fortunas personales, y reconocer y promover nuevas estructuras empresariales y de propiedad», menciona.