El campo magnético terrestre, considerado un escudo natural contra la radiación espacial, atraviesa una fase de debilitamiento gradual, según estudios geofísicos recientes. Se trata de un fenómeno natural que ocurre desde hace siglos, pero cuyo impacto podría volverse más evidente en las próximas décadas por nuestra creciente dependencia tecnológica.
Este “escudo invisible” surge en el núcleo externo de la Tierra, donde el hierro y el níquel líquidos se mueven debido a las altas temperaturas —por encima de 3,000 °C— y a la rotación planetaria. Ese movimiento genera corrientes eléctricas que producen el campo magnético, un mecanismo conocido como geodinamo.
Gracias a esta barrera, la magnetosfera desvía la mayor parte del viento solar, evitando que partículas energéticas erosionen la atmósfera, dañen redes eléctricas o afecten sistemas de comunicaciones. Además, el campo magnético es clave para la orientación de diversas especies migratorias, como tortugas marinas, aves y algunos peces.
La Anomalía del Atlántico Sur, la zona más débil
Los registros muestran que la intensidad global del campo se ha reducido alrededor de un 10 % en los últimos 180 años. La región donde este descenso es más notable es la Anomalía del Atlántico Sur (AAS), que abarca Brasil, Paraguay, Uruguay, el norte de Argentina y parte del Atlántico, donde el campo magnético es hasta un 30 % más débil que en zonas cercana
Investigaciones publicadas entre 2024 y 2025 indican que esta anomalía no es nueva, sino una característica recurrente en la historia del planeta, y que actualmente incluye dos núcleos de mínima intensidad, señal de que el núcleo terrestre está reacomodándose internamente.
Los científicos descartan que esto signifique un colapso inminente del campo o una próxima inversión de polos, procesos que, de darse, ocurren en miles de años y nunca implican la desaparición total del magnetismo terrestre.
¿Qué pasaría si el campo se debilitara aún más?
Los especialistas señalan posibles consecuencias:
— Mayor vulnerabilidad de tecnología espacial y comunicaciones, como GPS y satélites.
— Aumento de tormentas geomagnéticas durante eventos solares intensos.
— Auroras en latitudes más bajas, visibles en regiones como México, España o el cono sur de América.
— La vida seguiría protegida, ya que la atmósfera continúa siendo la principal defensa contra la radiación dañina.
Lo que no ocurriría:
- El Sol no cambiaría su comportamiento
- La Tierra no perdería su atmósfera
- No se activaría un escenario apocalíptico
Un escudo que evoluciona
El campo magnético no es estático: se fortalece, se debilita y ha cambiado su polaridad múltiples veces en la historia. Estos procesos forman parte del funcionamiento interno del planeta y no están relacionados con la actividad humana ni con el cambio climático.
La comunidad científica insiste en que la clave es reforzar la observación satelital, diseñar tecnología más resistente y mejorar los protocolos de protección de infraestructura espacial y eléctrica.



