Corazones y pulmones creados en laboratorio ya forman sus propios vasos: un paso más cerca de los órganos artificiales

El sueño de fabricar órganos humanos completamente funcionales está más cerca de convertirse en realidad.

En un avance que promete cambiar radicalmente el futuro de la medicina, científicos lograron crear corazones y pulmones en laboratorio capaces de desarrollar sus propios vasos sanguíneos, un logro que representa un parteaguas en la ingeniería de tejidos y la medicina regenerativa.

Actualmente, el trasplante de órganos es la única esperanza para miles de personas en todo el mundo que sufren enfermedades graves y degenerativas. Sin embargo, el número de donantes es insuficiente. Tan solo en Estados Unidos, 13 personas mueren cada día esperando un trasplante, según datos de la Oficina de Sistemas del Cuidado de la Salud del Departamento de Salud y Servicios Humanos. Este dato crudo refleja la urgencia de buscar soluciones alternativas más allá de la donación.

Ante este panorama, la comunidad científica dirigió sus esfuerzos hacia la creación de órganos artificiales que no solo puedan suplir las funciones de los naturales, sino que además no sean rechazados por el sistema inmunológico del paciente. Durante años, se han desarrollado organoides: diminutas estructuras tridimensionales cultivadas en laboratorio a partir de células madre pluripotentes, las cuales tienen la capacidad de transformarse en distintos tipos celulares del cuerpo humano.

Estos organoides han sido esenciales para entender enfermedades y probar fármacos. Sin embargo, hasta ahora, carecían de una característica fundamental: vasos sanguíneos, los encargados de transportar oxígeno, sangre y nutrientes en el cuerpo humano.

Eso cambió recientemente gracias a dos equipos de científicos que publicaron sus descubrimientos en las revistas Science y Cell. De forma casi fortuita, mientras intentaban cultivar tejidos epiteliales (el revestimiento de órganos), notaron que sus organoides comenzaban a formar también células no epiteliales, es decir, células vasculares, aquellas que forman los vasos sanguíneos. Este hallazgo marcó el inicio de una nueva fase en la ingeniería de tejidos.

El proceso es innovador: desde el inicio de la creación del órgano, las células madre comienzan a formar simultáneamente vasos y estructuras del órgano, lo que permite que ambos elementos crezcan de forma coordinada, como sucede en el desarrollo fetal humano.

Uno de los ejemplos más avanzados son los organoides pulmonares. Cuando fueron trasplantados en modelos de ratones, estos maduraron y desarrollaron tipos celulares avanzados, incluyendo los que forman parte de los alvéolos, esenciales para el intercambio de oxígeno en los pulmones. Además, al colocarlos en un andamio tridimensional, los organoides formaron espontáneamente estructuras similares a sacos alveolares, algo que no se había logrado antes.

Este avance no solo mejora la calidad de los organoides, sino que abre la puerta al desarrollo de órganos trasplantables, creados a medida, sin necesidad de donante y con menores riesgos de rechazo.

Sin embargo, los retos aún son enormes. Los científicos aclaran que los organoides actuales representan solamente etapas iniciales del desarrollo fetal, por lo que su funcionamiento está lejos de igualar al de un órgano adulto. Además, falta incorporar vasos más grandes, estructuras de soporte y el sistema linfático, que es crucial para eliminar residuos y transportar fluidos en el cuerpo.

Aun así, la dirección es clara: la medicina se encamina hacia un futuro en el que perder la vida esperando un órgano podría dejar de ser una realidad. Hoy, gracias a este avance, estamos un paso más cerca de crear corazones y pulmones funcionales desde cero, con vasos sanguíneos incluidos, cultivados en laboratorio, y listos para salvar vidas.